jueves, marzo 16, 2006

Todos los seres humanos engañan, pero los políticos socialistas quizás más que los demás

Me complace enormemente contar con la colaboración de nuestra amiga Lola, de Madrid. Sin rubor, diré que a mi juicio, el blog ha ganado muchos enteros con su colaboración -que espero no sea sino la primera de una larga serie de ellas-. Hablando sobre las mentiras de los políticos, ha tenido la genial idea de explicarlo como solo un facultativo puede hacerlo. Leedlo... vale la pena.


Todos los seres humanos engañan. El engaño es un mecanismo de defensa y una herramienta social necesaria. También sabemos que es universal, se da en todas las culturas y posiblemente ha existido en todas las épocas.

Con frecuencia la frontera entre la salud y la enfermedad es una amplia franja en la que hay dificultades para discernir si un sujeto padece una enfermedad psicológica o simplemente se haya en un extremo de la normalidad. Es el caso de la mentira patológica.

Pseudología fantástica o mentira patológica
Dado que mentir no puede considerarse una enfermedad, la pseudología fantástica o mentira patológica se encuentra muchas veces en esa frontera en la que nos es difícil establecer su naturaleza de enfermedad. Fue descrito por primera vez como enfermedad por Delbrük en 1891.

Se trata de la expresión extrema de la mentira. Habitualmente se entremezclan hechos reales con historias completamente falsas. El contenido de las mentiras suele referirse a la biografía del sujeto. También hay un tipo de mentiroso patológico que fantasea sobre su historia clínica, su peripecia vital o sus andanzas políticas.

El cuadro se relaciona frecuentemente con el síndrome de Münchausen. Comparte con este síndrome el hecho de que el motivo de la mentira es inconsciente. También se conoce a este cuadro con el nombre de mitomanía.

Puntos clave de la enfermedad
Se caracteriza el cuadro porque el sujeto hace grandes y extensas invenciones. Pueden abarcar cualquier aspecto de la vida pero son fundamentalmente biográficas. Puede ser empleado cualquier acontecimiento vital nimio, que se adorna hasta desdibujarlo, como en este caso ser vituperado en una manifestación a la que se acude con un afán de provocación.

El contenido de las mentiras es desproporcionado para cualquier finalidad o ventaja para el sujeto. Personalmente atendí a un mitómano que contaba que había sido violentamente tratado por una multitud a la que previamente se había dirigido con un pin del partido contrario. Hacía varios años pero su vida giraba en torno a este acontecimiento.

Las mentiras del mentiroso patológico crean una nueva y falsa identidad en el autor. Con el tiempo el propio sujeto llega a creer sus mentiras. Es típica la sensación de que vive sus propias invenciones.

La mentira es una característica axial de la vida del mitómano que persiste a lo largo de su vida. La biografía verdadera pasa a ser olvidada y sustituida por los engaños inventados.

El mitómano
Los mentirosos patológicos suelen ser lábiles emocionalmente hablando. Son personas que buscan atención por parte de los demás. Con frecuencia adoptan roles protagonistas en situaciones en las que no se les espera. Solo cuando son el centro de las atenciones encuentran su climax.

Con frecuencia tienen una buena acogida en los lugares de trabajo o de reunión social, ya que con sus engaños atraen simpatías. Con el tiempo el mitómano puede ser descubierto y rechazado, aunque se conocen casos de mitómanos con una gran habilidad que mantienen la atención de los demás a través de los años. Un mitónamo inteligente puede ser un político peligroso.

No existe un motivo para que el mitómano mienta. No obtiene beneficios económicos ni de otro tipo, salvo la satisfacción de ser escuchado. El interés de la persona que escucha satisface enormemente al mitómano y refuerza su comportamiento. Cuando el mitómano es integrado en una organización por su poder de embaucar, el interés de la organización puede de alguna forma dirigir el contenido de las mentiras, que sin embargo el mitómano dice por puro placer y mecanismo de satisfacción. Es decir, miente porque sí al servicio de sus líderes.

Puede observarse este comportamiento en las personas normales, en la vida cotidiana, pero también se asocia a psicopatología. Los trastornos psicóticos, las demencias y otras alteraciones cognitivas pueden ir acompañadas de invenciones fantásticas. Tampoco estos casos de enfermedades mentales son imposibles de encontrar en organizaciones, partidos y gobiernos. Los mitómanos psicóticos pueden resultar útiles a los propósitos de las organizaciones por la credibilidad que transmiten y lo despiadado y exento de sensación de culpa que resulta el engaño.

Conducta antisocial
Ya sea considerada una enfermedad psicológica o un extremo de la normalidad, la mitomanía es una conducta antisocial. La psiquiatría legal tiene continuos conflictos con los pacientes mitómanos que delinquen, normalmente para hacer diagnóstico diferencial con los delirios. Si además el mitómano es una autoridad, la dificultad es extrema, máxime si el mitómano es respaldado y usado precisamente por su habilidad para mentir.

Algunas veces puede confundirse el cuadro clínico con el delirio. La diferencia estriba en que en el delirio el enfermo tiene alterado el razonamiento y la percepción. El mitómano llega a creerse su mentira pero distingue la realidad de la fantasía. En el caso de delirio no existiría responsabilidad.
Las enfermedades mentales ponen a prueba muchas veces la pericia de los profesionales. La pseudología fantástica padecida por los mentirosos patológicos es un ejemplo de enfermedad difícil de diagnosticar, en el caso de los líderes mitómanos, solo un acontecimiento muy flagrante puede hacer pensar a los votantes que su líder es un instrumento de una organización dada por su facilidad para la mentira.


Tras leer el artículo... ¿no os parece la descripción real y particular de ciertos políticos españoles -o de uno en particular-?. A mí, también